Con la llegada del otoño y cierto recogimiento, nos hemos trasladado hasta el Auditorio de Zaragoza, una institución de prestigio perteneciente a la Sociedad Municipal Zaragoza Cultural y que cuenta con Jesús Ángel González como persona encargada de Relaciones Institucionales. Hemos tenido la oportunidad de hablar con él de la grandeza de la cultura, del posicionamiento de esta organización a nivel nacional e internacional e incluso de alfombras, un elemento muy característico por su capacidad acústica y que puede acompañar cualquier concierto o escenografía.
Jesús Ángel, es un placer verte entre cajas, como se dice en el argot de la cultura. En tu trayectoria de cuatro años encargándote de los aspectos de contratación externa de actividades y relaciones con entidades y empresas, ¿cuál es tu balance en esta gran institución, tan significativa para la ciudad de Zaragoza?
Sencillamente extraordinario, porque me ha permitido entrar en contacto con un equipo humano que ya estaba en el Auditorio y llevaba una trayectoria de muchos años, y es de los equipos más profesionales que me he encontrado en los sucesivos sitios en los que he trabajado.
¿Cuántas personas lo componen?
Seis personas: el director, Miguel Ángel Tapia; el responsable de coordinación técnica, Luis Merchán; la responsable de la parte administrativa, que es Cristina Lafuente; las personas que se encargan de la producción artística, como son José María Pons y Javier Arellano. Y no podemos olvidar al personal de sala, que es una parte fundamental y está dirigido por Nieves García con la ayuda de Guzmán Remiro.
¿Cómo se organiza el Auditorio?
En este Auditorio tenemos tres grandes bloques de actividades. Uno que está conformado por la actividad propia, es decir, todos los ciclos dedicados a los temas de música, especialmente la clásica. Otro segundo bloque dedicado a actividades culturales de promotores de carácter privado, que utilizan el auditorio como un lugar adecuado para desarrollar su actividad. Y un tercer bloque que engloba los aspectos de carácter social y comercial: Congresos, ferias y colaboraciones con entidades sociales de la ciudad.
Partiendo de esa base, ¿cómo definirías al público de Zaragoza?
El público de Zaragoza da una respuesta muy desigual porque hay espectáculos o figuras ante los cuales tiene una reacción bastante fría. No es un público que se apasione, es extremadamente crítico, y, para una ciudad de 700.000 habitantes, a veces parecería que la respuesta que da el público de Zaragoza a acontecimientos culturales muy importantes, o con grandes orquestas o con grandes artistas, no es la que debiera. O por lo menos no parece que sea la que se da en otras ciudades del mismo calibre.
Cuando vienen equipos técnicos de fuera a los congresos técnicos, al estar entre cajas, donde se tiene una relación mucho más directa con ellos, ¿qué es lo que opinan de estas instalaciones?
Siempre hablan de que son unas instalaciones que ofrecen, para cualquier actividad que se haga, un marco que refuerza el carácter institucional y de proyección del propio congreso.
Tenemos un edificio que, arquitectónicamente, es extremadamente singular. No se aprecia por fuera, pero por dentro, sobre todo las dos grandes salas que tenemos, la sala Mozart y la sala Galve, impresionan y contribuyen a reforzar ese aspecto tanto institucional como de proyección externa que desarrolla el congreso. La segunda parte que sorprende a la gente es la atención tan personalizada que todos los equipos, léase el de limpieza, el de mantenimiento, el personal de sala o el de los técnicos de producción, dan a cualquier organización que desarrolle aquí su actividad.
Rico en experiencias y en anécdotas durante estos cuatro años, con la cantidad de eventos que habrás hecho, ¿cuál es la acción que más te ha costado, la que más te ha quitado el sueño?
En el Auditorio hacemos unos 350 eventos anuales y pasan unas 450.000 personas al año. Con ese volumen de eventos, la situación de tensión no digo que sea permanente, pero sucede en muchísimas ocasiones, porque hay que atender algunos días tres actos simultáneamente; tenemos que desmontar un evento porque al día siguiente a las 8 de la mañana debemos estar listos para recibir otro... Y esas situaciones de tensión se viven de manera más especial en los congresos, por la complejidad, porque se utilizan prácticamente todas las instalaciones del edificio, y porque intervienen muchos equipos externos que nosotros no conocemos o no controlamos. El resultado final es que las cosas salen, y no salen de cualquier manera, sino que salen bien, además.
En ese sentido, ¿qué evento te ha marcado por la satisfacción personal, por lo que ha significado para la ciudad, o por la propia dificultad que habéis superado...?
Aquí no hay méritos personales, es un mérito de equipo, es una especie de Tetris en el que, si falla una pieza, se cae el muro. Pero yo destacaría un evento, no muy significativo en cuanto a volumen de gente, pero que ha resultado sorprendente porque ha cubierto un hueco que en el Auditorio no se había hecho. Y no es mérito nuestro, sino del Servicio de Juventud, con el Espacio Joven de las fiestas del Pilar, porque ha conseguido que durante 5 días, aprovechando las instalaciones públicas, se crease un espacio distinto, alternativo, no consumista, dirigido a un público joven, abierto también a las familias. A pesar de que no ha tenido mucha repercusión mediática, funcionó extraordinariamente bien el año pasado y estas fiestas creemos que va a funcionar exactamente igual.
¿Y en cuanto a la gran intervención artística de este año?
Ésta, sin duda, fue Juan Diego Flórez, el mejor tenor del mundo, que recaló en el Auditorio y tuvimos que colgar el cartel de “No hay entradas”, cosa que pocas veces sucede en Zaragoza, porque ya he comentado que el público es extremadamente frío. Y eso siempre representa una satisfacción, cuando ves un gran espectáculo o evento cultural y recibes una gran respuesta de la gente y el resultado es extraordinario.
¿A qué personaje pondrías sobre una alfombra de Yasmina, por ejemplo... en la sala Mozart?
A Sara Baras, no sé si sería muy adecuado para el arte que desarrolla, el flamenco, pero creo que Sara Baras siempre se merece una alfombra persa por su grandeza en el escenario y realizar su baile sobre el esplendor de una alfombra, sería como el escenario perfecto.
Y como ya es habitual en nuestras entrevistas, si pudieras contar con una alfombra mágica, ¿dónde te gustaría escaparte?
A los fiordos noruegos, como loco. Hay una especie de balcón, conocido como El Púlpito, que tiene una gran losa de piedra cuyas paredes son más altas que la torre Eiffel y es absolutamente espectacular, yo lo vi desde abajo, desde un barco, pero me gustaría verlo desde arriba. http://www.nationalgeographic.com.es/fotografia/foto-del-dia/pulpito-balcon-los-fiordos-noruega_8206
Y nosotros... contigo Jesús Ángel. Además Noruega es un país que nos sugiera una chimenea, unos cojines y por supuesto, una alfombra. ¿No os parece?
